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1 enero 2017Un año más, como todos los 1º de enero, los masones sevillanos hemos estado ante la tumba de don Diego Martínez Barrio en el Cementerio de Sevilla, recordándolo en la fecha de su muerte. En esta ocasión, han sido miembros de la RL Luz de Al Andalus y de la RL Obreros de Hiram. Allí hemos tenido nuestra Cadena de Unión y se ha leído el siguiente texto de don Diego:

Extracto del discurso de don Diego Martínez Barrio ante la Gran Logia Valles de México el 10.11.1939
Yo quiero presentarme ante vosotros, de forma que sepáis quién soy, porque sabiéndolo, en la parte buena de mi ser moral tendréis un motivo de satisfacción, y es el de asegurar una enseñanza que seguramente no es conocida: la de que la trayectoria de mi vida en lo que tiene de elogiosa y recta, ha surgido de las enseñanzas masónicas, se ha nutrido de ellas, se ha consolidado en el conocimiento, en el estudio, en la absorción del espíritu de la Masonería.

Soy masón viejo y, sin embargo, me tengo por masón tan joven que me sentaría constantemente en los bancos de los recién iniciados. Soy masón viejo y he aprendido muchas cosas de la Masonería, que no son familiares a todos los masones y además una verdad que fuera del Templo masónico es punto menos que desconocida, y es que por mucho que se avance en el camino del conocimiento, por mucho que se avance en el camino de la solidaridad y de la fraternidad, la vida del hombre es corta para alcanzar el dominio sobre ninguna materia especulativa y es corta también para alcanzar el dominio sobre sus pasiones y convertirse en un intachable ser moral.

Esta enseñanza es puramente masónica; yo no la hubiera aprendido en un partido político, en una escuela sociológica, ni en la confusión abigarrada de los hombres, en el discurrir diario de sus tareas. No. En los partidos, en las agrupaciones económicas, en las mismas asociaciones de tipo religioso y dogmático, los hombres suelen aprender que las enseñanzas que conocen contienen toda la verdad y que, desde el momento en que se perciben, el ignorante se convierte en sabio, el sabio en doctor, el doctor en pontífice, y continuamente puede predicar excátedra sin escándalo ni rubor. En Masonería aprendí lo contrario.

Dentro de las Logias, estudiando los fundamentos de la institución masónica, supe una desilusionadora verdad: la de que la verdad no se puede poseer jamás; más aún, de que al desarrollo y al progreso del espíritu humano, conviene que no se conozca ni se posea nunca la totalidad de la verdad. El conocimiento a través de las instituciones masónicas de que no se puede poseer, de que no se puede conquistar totalmente la verdad, me hace humilde. Recuerdo aquella enseñanza masónica, que aprendí antes de que fuera aprendiz masón, porque me la dieron en el documento que hube de firmar solicitando mi ingreso en la Institución:»CONTÉNTATE CON TODO, DE TODO Y POR TODO».Y recordando la enseñanza, ya he sentido mi ser moral bañado en una absoluta serenidad. He dicho.»